Preso de una furia desbocada y ante el asombro y la
estupefacción de los allí presentes rompí en mil pedazos el ticket y salí como
una exhalación rumbo a la salida apartando de mala manera a todo aquel o aquella que se me cruzaba por el camino.
Cogí el carro y me dirigí a toda ostia hacia las cajas y me encontré con una
cola enorme. Justo detrás de mí se colocó la maruja cotorra que había estado
antes en la charcutería de charla con su amiga y con una sonrisa en la cara va
y me pide que la deje colar que yo llevo el carro más cargado y ella solo una
cesta.
-¡CLARO!, le dije con la mandíbula temblando, ¡¡¡COMO NO,
HIJA DE PUTA!!! (a partir de ahora y muy a mi pesar esas 2 palabras se van a
repetir demasiadas veces en mi relato. Has de disculpar pero mi repertorio
léxico para momentos de ira extrema es muy limitado.
-¡AHORA MISMO TE ABRO PASO!
Acto seguido cogí carrerilla empujé el carro con toda la
fuerza que me proporcionaban la ira, la furia y la rabia que sentía en ese
momento.
Un coro de gritos de dolor, aullidos, chasquidos de huesos
rotos, envases de cristal que caen al suelo y más ruidos que ahora mismo soy
incapaz de recordar acompañaron al viaje del carro hasta que la piña de gente
fue tal que no pudo avanzar más. Entonces lo dejé abandonado a su suerte y
corrí hacia el coche dispuesto a largarme de aquel infierno de una vez por
todas.
Pero llegué y la vi, allí estaba, justo frente al asiento
del acompañante, inusualmente limpita y susurrándome.
-¡Cógeme!, ¡hazme gozar!
Y vaya si la cogí. La saqué del coche, la puse en el suelo,
pisé el asa con el pie, la cebé, tiré del cordel. Ella obediente encendió a la
primera, le dí 3 o 4 acelerones para asegurar que no se iba a apagar y con ella
en alto me hice paso entre el gentío que víctima de su fatal curiosidad se
agolpaba en la puerta.
Una torrencial lluvia de sangre, carne, vísceras y astillas
de huesos azotaba mi cara en mi frenético trayecto en pos de mi objetivo. Allí
estaba, la puta cincuentona aún seguía en la charcutería como si nada. Sin
darle tiempo a reaccionar la degollé allí mismo al tiempo que gritaba.
-¡¡¡¡MUEREEEEE, HIJA DE PUTA!!!!
El cuerpo ya sin vida se desplomó y una vez en el suelo
aproveché para abrir en canal todo su conducto digestivo, desde lo que le
quedaba de cuello hasta el recto, cosa que por cierto al hallarse por la parte
posterior me obligó a hundir con fuerza la espada de la motosierra en su
vientre hasta notar que la punta salía por donde tenía que salir, creo que no
hacen falta más explicaciones. Luego rellené toda su cavidad abdominal con todo
el embutido que se había comprado mientras gritaba:
-¡¡¡ASÍ REVIENTES CON TANTO EMBUTIDO, ZORRA!!!!
Supongo que fue algún tipo de alucinación provocada por la
enorme descarga de adrenalina junto con el olor a gasolina mezclado con el de
las vísceras e intestinos de la cincuentona, el caso es que me pareció ver a la
que debía ser hija o nuera de la ya difunta dirigirse a mí de modo airado
gritando.
-¿Qué haces, gilipollas?, ¿no ves que aún no había terminado
de pedir?
-¡¡¡¡¡¡HIJADEPUTAAAAAARRRRGGGGHHHHH!!!!!, grité mientras me
abalanzaba sobre ella y la cortaba en pedazos como quien desgaja una naranja.
De pronto llegó a mis trastornados oídos otra voz femenina,
la del engendro de la charcutera, que ajena a lo que estaba pasando justo
frente a ella seguía con sus rutinas. Posé mi vista en el marcador y me fijé
que allí estaba orgulloso mi 36, justo
el mismo número que ella estaba cantando. Sin tiempo a dejarme abrir la boca
accionó el pulsador dando paso al número 37. Pero antes de que le diera tiempo
a siquiera abrir la boca, salté el mostrador y con unas cuantas certeras
dentelladas de la motosierra la vida abandonó su cuerpo. Cuerpo que colgué con
esmero, donde antes había un cordero (hay qué ver qué poético ha quedado esto
último, JAJAJAJA!!!!). Y ahora sí, sin nadie que osara a interponerse en mi
camino salí corriendo del local y llegué al coche. Tras colocar con mimo la
fiel y obediente máquina en su sitio y tras haber arrancado el motor del
vehículo me dispuse a abandonar aquel infierno. A punto estaba de enfilar la
salida del sótano en el que se hallaba el parking cuando un C5 me cortó el
paso.
Paré el motor, cogí mi arma preferida y en pocos segundos le
ahorré un trabajo sin duda próximo en el tiempo a la Dama de la Guadaña. Para
ensañarme luego con el vehículo hasta el punto de trocearlo de tal manera que
ahora parecía un Mini. Podía haber sido más, pero la falta de gasolina me lo
impidió.
Ya sin energía para movernos me senté al lado de mi fiel
compañera y caí presa de un profundo sueño. Sueño del que no desperté hasta el
día en que en una sala de justicia un juez me absolvía de mis atroces crímenes tras
un brillante alegato del chupasangres de mi abogado en el que promulgaba dos
únicas palabras: LOCURA TRANSITORIA.

El sol brillaba orgulloso, ni una sola nube le obstaculizaba
hoy. Frente a mí se agolpaba una multitud de periodistas, curiosos, transeúntes
que pasaban por allí y hasta un grupo de chicas que atraídas por mis
atrocidades portaban unas finas camisetas estampadas con fotos de la motosierra
y salpicaduras a modo de sangre, y que a duras penas conseguían tapar unos
pechos generosos.
Mi vida fue mucho mejor a partir de ahí. Mi mujer jamás me
levantó la voz, me llovían infinidad de ofertas para salir en televisión. Ana
Rosa parecía la más interesada, Susana Griso no le iba a la zaga. Luego que si
quería tener mi propio reality, que si Iker Jiménez me proponía un cara a cara
con el famoso Chupacabras …
Y por no hablar de las ofertas de trabajo, cárteles de la
droga, mafias sanguinarias, políticos y banqueros corruptos. Todos se peleaban
por contar con mis servicios.
Ni que decir tiene que mi vida cambió a mucho mejor y ahora
mi libro compite en la lista de los más vendidos con Dan Brown, Ken Follet,
Vargas Llosa y pasa muy por encima del enésimo de Aznar o el último del
pelagatos de ZP.
Solo me queda decir una cosa.
¡CUIDADITO CON LO QUE HACES EN LA CHARCUTERÍA! TE ESTOY
VIGILANDO
1 Perdieron el tiempo aquí:
Dedicado a Victoria. Lo prometido es deuda.
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